TEJIENDO REDES, TRAZANDO HISTORIA
En celebración a nuestra independencia, hablamos con Alejandra Mizrahi sobre la randa y la importancia de esta práctica textil en nuestra región.
Por Ana Lucía Troncoso
Desde el centro hasta los extremos, a veces circular, a veces no. Pequeños nudos se cierran y entrelazan formando patrones que resultarán en diversas figuras. Unas manos crean con intención y tejen una red para proteger un legado que mucho tiempo atrás ni siquiera nos pertenecía.
En 1565, Diego de Villarroel fundó Ibatín, cerca de la zona en la que hoy se encuentra El Cercado, Monteros. En esos tiempos, los primeros asentamientos castellanos trajeron consigo algo que se iba a convertir en una insignia tucumana: la randa. En el presente esta técnica ancestral de origen colonial se mantiene y se transmite de madres a hijas. La randa es una práctica, un hacer textil, que como mencionamos con anterioridad llegó a nuestra tierra en la época de la conquista. Es un tipo de encaje que se hace con una aguja e hilo, generalmente blanco o beige, en un bastidor de hierro donde se van trazando patrones en una red hasta lograr distintas formas y figuras.
“Si bien es una herencia, se ha resignificado en el espacio geográfico que se mantiene”, nos comenta Alejandra Mizrahi, reconocida artista, investigadora y docente, en un breve diálogo con #FASHIONEWS. En la época colonial, se solía utilizar para adornar diversos objetos, tanto decorativos cómo indumentaria. Este tejido se podía encontrar en otros lugares del país, cómo Córdoba o Entre Ríos, pero en nuestra provincia fue el único lugar que se sostuvo a lo largo del tiempo. A diferencia de otros tejidos de herencia prehispánica, practicados por comunidades indígenas a lo largo de la provincia, la randa es ornamental.


En Monteros se encuentra la Cooperativa Randeras de El Cercado, un grupo consolidado de mujeres que se ocupa de mantener viva esta tradición. Alejandra trabaja con ellas desde 2012. Una de las personalidades más antiguas y conocidas de esta agrupación es Ana María Toledo, una gran maestra randera. “Tiene un amplio registro histórico de bordados, los cuales fueron realizados por sus antepasados,” nos comentaba Mizrahi, “experta tejedora, que ha llevado la randa por todo el país”. Así cómo Toledo, hay muchas otras personas que se ocupan de seguir trazando diferentes figuras con sus manos. Esta agrupación les ha abierto las puertas a realizar diversos trabajos colaborativos y es su principal fuente de ingresos. “Garantizar la pervivencia de esta herencia cultural y de sus hacedoras es pertinente”, afirmó Alejandra para cerrar.
Mientras más usuarios sigan apostando por los procesos artesanales, los diseños de autor y la moda lenta, esta práctica, que es parte de nuestra identidad, va a lograr el reconocimiento y la valoración que se merece. Que nuestra historia se siga trazando con finos hilos de algodón.